EL MISTERIO DE LA PUERTA DEL SOL
1929: Comedia: BLANCO Y NEGRO : 75 min.
Productora: Francisco Elías y Feliciano Vitores.
Productor: Francisco Elías, Feliciano M. Vitóres.
Director: Francisco Elías.
Guión: Francisco Elías.
Fotografía: Tomás Duch.
Música: Manuel Penella.
Intérpretes: Juan de Orduña, Teresa Penella, Anita
Moreno, Jack Castello, Antonio Barber.
Rodaje: Madrid.
Sinopsis:
Un joven ambiciona convertirse en un popular actor
cinematográfico, y a resultas de ello tiene un sueño,
en el cual concibe la idea de cometer un crimen, a fin
de alcanzar una celebridad que le compense la
frustración profesional. Sin embargo, las
consecuencias del acto serán la antítesis de lo
pretendido.
Comentario:
A finales de los años veinte, la cinematografía española
se nutría de películas mudas procedentes del exterior,
sin que mostrase demasiado interés por el cine
sonoro, que ya había sido implantado con éxito fuera
de nuestras fronteras. La primera película sonora que
se proyectó en España fue la norteamericana «La
canción de París», el 19 de septiembre en Barcelona.
En este ambiente, Francisco Elías rueda este filme en
el que introduce algunos números musicales y el
sonido del tráfico en Madrid. Para hacerlo utiliza el
sistema denominado «Phonofilm», que se basaba en
el sonido fotográfico, inventado por el ingeniero
americano Lee de Forest. Éste lo había presentado
en Barcelona donde creó la Hispano De Forets
Phonofilms y rodó varios cortometrajes. Poco
después, el ingeniero vendió la patente al productor
español Feliciano Vítores, el impulsor de esta
película, que sin embargo, no tuvo la repercusión que
se deseaba. El film fue relegado a una distribución
minoritaria, y el sonoro todavía tuvo que esperar para
que fuera totalmente aceptado por el público español.
Pese a todo, «El misterio de la puerta del sol» tiene la
importancia de ser el primer antecedente del cine
sonoro en castellano de la historia.
Cita:
«El proyecto centraba el posible éxito en la eficaz
conjunción de factores como su sonoridad misma o lo
idiomático. El desarrollo argumental estaba trufado,
además, de elementos destinados a servir de gancho
cara a los espectadores, como los números
musicales que interrumpían la acción, los planos
registrados en medio del tráfico ciudadano, la
comicidad de las situaciones, los retruécanos
basados en nombres de rutilantes estrellas del
firmamento cinematográfico (Rodolfo Valentino, Lya
de Putti o Edwin Carewe) y los continuos juegos
alusivos a la realidad más inmediata, como el
asesinato de Pablo Casado, cuyo cadáver
descuartizado había aparecido, causando el
consiguiente revuelo periodístico, en la madrileña
estación de Atocha, y que, tratado desde una
perspectiva humorística, se convertía en el sustrato de
la cinta» (Luis Fernández Colorado en «El bazar de las
sorpresas» , Ed. Festival de Cine de San Sebastián,
1995).